Imaginemos un momento
de intenso tránsito por la isla a mediados del siglo XX: Gente trabajando en el
mar: en 1942 estaban registradas 150 dornas dedicadas a la pesca del pulpo; en
la fábrica de salazón, en los secaderos de pulpo, en la pesca, en el marisqueo,
en la recogida de algas... Gente trabajando la tierra: la principal fuente de sustento
debido a que los largos temporales de invierno hacían imposible vivir hacia el
mar.
Pensemos que la
totalidad del territorio de la isla estaba trabajado. Lo que no era de
labradío, lo era para recoger el tojo pequeño con el que abonaban las tierras,
o el tojo grande para calentar la cocina, y tierras ambivalentes que mantenían
el ganado. No había más tierra; es la que es, un territorio acotado en el que
los límites los pone el mar. Había escuela a la que asistían los niños y niñas
en el tiempo robado a las tareas domésticas; los intercambios económicos, las
tabernas, los trabajos comunales.
También les llegó
la Guerra Civil y el hambre en la postguerra. La falta de madera para calentar
la cocina hacía que los que tenían menos recursos y, por lo tanto, menos
tierras, tenían que ir a Onza en la dorna a recoger el tojo grande ya quemado
por los continuos incendios para aprovecharlo, aunque todos iban allí a recoger
la hierba que crecía de forma natural para alimentar su ganado. También robaban
algún pino, a escondidas.
Pero llegaron los
años 60, y con ellos la expropiación de la isla por el Estado, pasando a depender
ahora del Instituto Nacional de Colonización. En este momento se decide hacer una
reforma integral de la isla argumentando, como en otros casos ocurridos en la
península, la necesidad de efectuar una reforma social y económica de la tierra
después de la Guerra Civil. Bajo estos parámetros se decide construir una nueva
aldea en Curro. Allí estarían ahora los edificios públicos, ocupando los terrenos
de la antigua fábrica de salazón, con el fin de centralizar los usos públicos y
comerciales para un control más efectivo de estas actividades. Así se hace una
nueva iglesia en sustitución de la que había en Canexol, se hace una nueva
escuela separando a los niños y niñas y sustituyendo a la que ya también había
en Canexol, una casa para el maestro, para el cura, para el médico, la
"Casa forestal", lavaderos comunitarios, e incluso un granero de tipo
castellano. Pero no se construyó un muelle nuevo solicitado por los marineros
insulares. La mayor parte de ellos ya estaban dando el cambio del barco tradicional,
la dorna, por los modernos barcos a motor. Las dornas varaban en la playa pero
estos barcos no. Se necesitaba un muelle en condiciones que le diera abrigo.
Pero, ante las continuas negativas, poco a poco los habitantes de la isla fueron
marchando para Bueu, donde sí tenían un muelle que reunía las condiciones aptas
para su amarre. Marcharon los marineros y a sus familias.
La escuela se usó pocos años, la vivienda del
cura y del médico nunca se llegaron a utilizar, el granero
tampoco. En 1980
la isla estaba prácticamente abandonada. Ahora es otra isla. Ahora hay otro
tipo de poblamiento marcadamente estacional, surgen otros problemas al ser
Parque Nacional, hay otros usos que nada tienen que ver con los del pasado, otros
conflictos que solucionar.
Información tomada del libro "Ons: una isla habitada" por Paula Ballesteros-Arias, Marina Bermúdez Beloso y Cristina Sánchez-Carretero.
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